Liderazgo sin carisma

Liderazgo sin carisma

“No hay nada que hacer” – me decía hace poco un amigo. “No tengo carisma. Estoy condenado a quedarme atascado en un puesto medio”. Instintivamente, fui a responderle con clásico “no hombre, qué va”, pero me paré en seco.

La realidad es que mi amigo, efectivamente, no es especialmente carismático. ¿Puede cambiarlo? ¿Supone eso realmente un problema a la hora de liderar? Y, ¿puede limitar esto sus posibilidades para que le escojan como directivo?

Estas son, precisamente, las preguntas que pretendo responder con este artículo.

¿Qué es el carisma?

Primero habría que saber de qué estamos hablando. Si acudimos a las fuentes más académicas encontramos cuatro rasgos que tienen en común las personas que comúnmente encontramos “carismáticas”:

  1. Tienen autoconfianza
  2. Son buenos al expresarse y capturar la atención de otros
  3. Están abiertos a explorar nuevas ideas y aproximaciones a los problemas, asumiendo riesgos mayores. Tienen una baja aversión al riesgo.
  4. Son creativos en su manera de afrontar desafíos.

Hay un “superpoder” que habita entre estos rasgos, y que para mí es realmente lo que define al “carisma”: la capacidad de conectar emocionalmente, de transmitir o incluso generar una emoción entre la gente que escucha. La persona con carisma es capaz de hacer sentir bien a los que lo escuchan, y por eso quieren más y están dispuestos a seguirle.

Eso no significa que lo que esté diciendo sea inteligente, o ni siquiera cierto, pero tiene un impacto directo en sus oyentes.

¿Se puede mejorar el carisma natural? 

Mejorar carisma

Pero este “superpoder”, ¿se puede desarrollar? ¿Está mi amigo condenado a ser un “soso” toda su carrera -y su vida? Bueno, traigo buenas noticias para aquellos que no fuimos tocados por el mismo rayo que Steve Jobs y Barak Obama.

Un estudio del año pasado de la Asociación Americana de Psicología reveló que existe muy poca correlación entre carisma y personalidad. Es cierto que los extrovertidos tienen algo de ventaja natural pero, en general, el carisma es una competencia que -como cualquier otra- se puede trabajar y mejorar. Ahora bien, seamos también realistas, no todos partimos de un mismo punto: yo puedo salir a correr y entrenar mi técnica, y con el tiempo y la dedicación llegaré a hacer cosas impensables para mí. Pero también sé que, por mucho esfuerzo que le ponga, no llegaré nunca a un nivel olímpico, por mis condiciones naturales de partida.

¿Son mejores los líderes carismáticos? 

Todos podemos mejorar en nuestro carisma, pero no todos podemos llegar a ser brillantes en este aspecto. ¿Importa?

Nos encantan los líderes carismáticos porque, como ya dijimos, nos hacen sentir bien. Pero ese “superpoder” tiene también un lado oscuro. Según varios estudios, las personas altamente carismáticas son mejores para idear grandes planes y estrategias, pero tienen problemas a la hora de lidiar con los problemas cotidianos, con la ejecución de esas estrategias. Pueden hacer que la gente les siga, pero no está claro que sepan dónde van.

Por poner un ejemplo, 6 de los últimos 18 “managers del año” en Alemania han llevado a sus empresas a situaciones delicadas, si no catastróficas. Es el problema de darle poder a alguien con gran capacidad de persuasión: puede vencer las resistencias, incluso cuando están más que justificadas.

¿Quiénes son, entonces, los líderes más efectivos?

Los “moderadamente carismáticos”. Aquellos que quizá no sean capaces de mover grandes masas, pero sí pueden conectar y motivar a su equipo, haciéndole también avanzar en el -a veces aburrido- día a día.

¿Por qué admiramos el carisma? 

Admiración del carisma

Si nos paramos a pensarlo, todo lo dicho es de puro sentido común. Pero entonces, ¿por qué una y otra vez escogemos para liderar -nuestra empresa, nuestro país- al líder carismático antes que al efectivo? Porque somos humanos y, por tanto, irracionales, y nos dejamos llevar por algo llamado “efecto halo”.

El “efecto halo” es lo que hace que escojamos una característica positiva o negativa de una persona (su apariencia física, o su manera de hablar, o algo en su comportamiento) y dejemos que contamine el resto de su imagen, creando una especie de “halo” que determina nuestra opinión sobre ella.

.Por ejemplo, está demostrado que los políticos con más pelo reciben más votos; que los militares en mejor forma física son considerados también más inteligentes por sus superiores; y que los estudiantes que se sientan en las primeras filas son automáticamente percibidos como más trabajadores por sus profesores.

Esto se aplica también al carisma: consideramos a aquellas personas que se expresan mejor, que conectan mejor con su oyente y que transmiten emociones más positivas, más inteligentes y competentes. Pero, si nos paramos a pensarlo, no tiene absolutamente nada que ver, son características completamente diferentes.

La persona clave para tu organización podría ser alguien que se ponga nervioso al hablar en público, comunique torpemente, o tenga una apariencia más sobria de lo deseable. Pero nunca podrá aportar sus ideas o su liderazgo porque, muy posiblemente, escojan a alguien con una sonrisa mayor -o más centímetros de altura. Así, se ha demostrado -tristemente para los que tenemos una estatura modesta- que entre los graduados de MBAs de ciertas escuelas de prestigio hay una diferencia salarial de 600$ por cada pulgada de altura de diferencia.

Y tú, ¿te estás dejando cegar por el carisma?

Conclusiones

  • El carisma no es parte de la personalidad, y por tanto se puede trabajar y mejorar.
  • El carisma está sobrevalorado en lo que respecta al liderazgo. Los mejores líderes son aquellos “moderadamente carismáticos”.
  • El efecto halo nos hace escoger inconscientemente al líder más carismático, aunque no sea el mejor.

 Autor: David Cohen Sztutwajner

Referencias:

  •  Expressed Humility in Organisations: implications for performance, teams and leadership”, organization science 2013
  • Jim Collins, Good to Great.
  • Antonakis, J. (2018) Moving psychology forward – with charisma. The Psychologist, March, 44-47.
  • Vergauwe, J., Wille, B., Hofmans, J., Kaiser, R. B., & De Fruyt, F. (2018). The double-edged sword of leader charisma: Understanding the curvilinear relationship between charismatic personality and leader effectiveness. Journal of Personality and Social Psychology, 114(1), 110-130.
¿Hablamos?
1
👋🏻 ¡Hola!
¿En qué podemos ayudarte?